Su Pintura

El buen hacer figurativo de su pintura culta

retrato hombre con libro

Joven sentado con libro
Óleo sobre lienzo, 1930

retrato

Retrato del Capitán Juan Escorihuela
Óleo sobre lienzo, 1941

Con rigor se puede calificar a Sacristán, como pintor de una pintura culta. Su formación fue basta y profunda. Provenía de la escuela de Cecilio Plá, del impresionismo español en Sevilla y seguidores de Velázquez. Aspectos que asimiló a través de sus maestros de San Fernando.

Su fascinación por los grandes de la pintura: admiraba a Rembrand, Ribera, Miguel Ángel, Velázquez, El Greco … Tantos maestros del quehacer bien hecho, dan a su pintura una imagen de rigor en lo formal, con un posibilismo de viva gracia espontánea. Su pincelada es rápida, justa, ágil y consigue las formas y volúmenes con la luz y el color desde la espontaneidad y libertad del que domina su oficio y disfruta con él. Su paleta es brillante y limpia, sus cuadros emanan fuerza, profundidad y nostalgia. Su gran figura artística la tenía en Cezanne, pero su admiración más inmediata, era para la pintura de Isidoro Nonell y él, en pinceladas sueltas, siempre atento a la forma, encaminaba a aspectos de su hacer.

bodegon con granadas

Bodegón con granadas
Óleo sobre lienzo 1954

Pintó siempre con luz natural, se ahogaba en su estudio los días nublados por la luz tantas veces opaca de Pamplona. Hacía salidas para pintar en el campo los días soleados “para coger el color”. Adoraba la luz de su Rioja natal y la plateada de París le fascinaba.

naturaleza muerta

Bodegón con conejo
Óleo sobre lienzo, 1957

Los críticos de su época juzgaron así su obra:
“Su colorido es valiente y luminoso, sus tomos limpios, y logra el ambiente, la perspectiva y la corporeidad, sin recursos en el dibujo, en un derroche de color y merced al dominio de los matices de la paleta”
(Cfr., Prensa local, Logroño, 1.939)

Algunos lo incluyen en el grupo de los “grandes retratistas españoles de este siglo, continuador de la mejor tradición inglesa del siglo XVIII y de su maestro Benedito, a la que supo añadir, claridad, limpieza de color y precisión y vigor en el dibujo
(Fátima Ruiz. Diario de Navarra , 18 / 02 / 1.979).

Bodegon con pajarita

Bodegón con pajarita
Óleo sobre lienzo, 1932

Otros ven su “pintura impregnada de una elegancia velazqueña que descuella en sus retratos de bellísima factura, a los que imprime una vida interior que trasciende de la tela
(J. A. Larrambebere. El Pensamiento Navarro , 27 / 09 / 1.964).

sátiro

Sátiro
Óleo sobre lienzo, 1946

El Diccionario de Pintores Españoles Contemporáneos , de J. I. De Blas, lo define como “una pintura de factura clásica con influencia impresionista dedicada preferentemente a la figura y al bodegón, en una obra colorista, llena de luminosidad y con un notable equilibrio compositivo.”

“Su retratos son de bellísima y correcta factura, perfectos en el encaje y justos en el color, llenos de espiritualidad en los rostros, conjugando un noble realismo -entroncado y en línea de los mejores retratistas de todos los tiempos-, con el delicado sentido poético al que le llevaba su gran sensibilidad y el más exquisito gusto en sus detalles.”
(Cfr., Prensa local, Pamplona, 1.964).

Esto puede apreciarse en su autorretrato. Afloran a sus ojos, rasgo éste típico en sus cuadros, marcadas añoranzas velazqueñas. Sus contemporáneos valoraron su obra como la de “un formidable realista, lleno de riqueza cromática, claramente lograda y con un dominio notable del dibujo y del color”
(Cfr., Prensa local, Logroño 1.940).

Boceto retrato

Boceto
Apunte sobre lienzo, 1935

Mujer desnuda sentada

Desnudo de mujer sentada sobre paño
Óleo sobre lienzo, 1931

Le faltó tiempo -sin duda, siempre falta tiempo-, en este caso por su prematura muerte, para romper moldes. Y es que romper moldes, no tiene por qué ser el fin de todo artista, y él amaba entrañablemente el enclave cultural en el que se formó a fondo. Su pintura es culta, conocedora del buen hacer figurativo, como ya ni se hace. No fue pintor preocupado por la última, contemplaba amorosamente un pasado inmediato, pues se había fraguado ante la pintura de Rosales, Sotomayor, Benedito, López Mezquita, Cecilio Plá, Sorolla … Soñaba con Cezanne, Nonell, Velázquez, Goya … como fondo de tan buen hacer pictórico. Veía el impresionismo francés con el mayor de los entusiasmos y escéptico hacia la práctica de la abstracción, no dejaba de producirle el mayor interés, pues la indagaba y estudiaba. Su creación fue la expresión de su sensibilidad y de su cultura, y no tuvo tiempo [murió a los 57 años, en pleno dominio de su oficio], o no quiso, acometer nuevas formas pictóricas.

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